Desde que a la derecha le dio por la quiromancia*, andaba dedizbaja.
Todos coinciden en que es un milagro que siga vivo. Los médicos
atribuyen el mérito a los fármacos experimentales que le están
suministrando. La madre del joven cree que si su hijo aún no ha muerto
es gracias a las decenas de oraciones que reza diariamente junto a su
lecho. El padre, por otro lado, defiende que sin sus sesiones de reiki
ni sus infusiones de hierbas su primogénito no estaría respirando ahora.
Sin embargo, son sus hermanos pequeños los que, desobedeciendo las
órdenes de los adultos, se cuelan por la noche en su cuarto para
repasarle con rotuladores las líneas de la mano; especialmente ésa que
se desdibuja cada día con el paso de las horas.
Cuento tuneado con el que Marina de la Fuente me entregó, entre otras muchas cosas, su mano durante la III microquedada.